Can Rareta cumple cinco años
Parece como si hubiera sido hace
sólo unos meses cuando Sandra Vericat
y yo charlábamos tardes enteras sobre un
proyecto que ella tenía en mente. Sandra
se preparaba, estudiaba, investigaba, pensaba, ataba y desataba ideas, las
cogía con alfileres, las miraba, las hilvanaba, las volvía a mirar… hasta que
las acabó cosiendo a conciencia y Can
Rareta se convirtió en una
maravillosa realidad que hoy cumple cinco años!!!
Can Rareta es un lugar único y
mágico. Entra dentro de lo que se denomina “Madres de día”, un concepto en
España bastante nuevo, que sería una alternativa a las guarderías tradicionales
y a las canguros. Pero Can Rareta es mucho más que eso.
Sandra atiende en su casa a un máximo de
cuatro niños de 0 a 3 años.
Digo “atiende” pero esa no es la
palabra, porque Sandra les enseña, les prepara, les educa, les cuida y lo más
importante: les quiere. Todo eso los
pequeños lo notan y por eso tienen con ella una relación tan especial.
Can Rareta se convierte en una
segunda casa, para esos niños. En su hogar de por las mañanas. Allí se sienten
seguros, tranquilos y felices, y sin
darse cuenta aprenden tanto… Forman una
especie de familia y se comportan como tal.
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Foto hecha por Susana en 2010 |
Tuve la suerte de echarle una
mano un verano y vivir su día a día. Me
enamoré de aquello.
Hay una rutina marcada que los
niños se saben a la perfección y se sienten muy orgullosos de ello. La mañana
empieza con “El paseíto”. Todos se preparan.
Hay que ponerse protector solar, gorro, zapatos adecuados según qué momento del
año sea y el trayecto lo marcan ellos,
salvo la primera parada que es ir a dar de comer a las gallinas. Abren y
cierran el gallinero, que no tiene precisamente una puerta fácil de manejar, y
saben que no debe salirse ninguna gallina y menos aún el gallo.
Una vez están alimentadas, saludan a los corderos, a las tórtolas, a las
palomas, a los pavos… y entonces,
deciden si ir a la era, o al tractor de Joan… o quién sabe. Andar por esos caminos no es fácil y menos
para pies tan diminutos, pero ellos se las apañan de maravilla. Si hace falta se dan la mano unos a otros, se
ayudan.
Y así, entre naturaleza, viendo qué frutales
están ya a punto, qué flores han salido, qué hortalizas van naciendo, jugando con palos y piedras y
caracoles y hojas, y sobre todo mucha
imaginación, va pasando gran parte de la mañana. A la vuelta, suelen estar Francisca, María o Joan haciendo sus labores
de campo. Entonces los niños les saludan, les “ayudan”, y como recompensa
suelen comer con ellos pan o fruta o almendras… lo que haya en ese momento.
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Foto hecha por Susana en 2010 |
La hora de comer es fabulosa.
Cada uno tiene su tarea asignada. Uno pone los manteles individuales y las
servilletas, otro los cubiertos, otro los platos… Pero antes hay que lavarse
bien las manos. Uno a uno, van subiendo al taburete para llegar al lavabo.
Sandra sólo tiene que ayudar a los más chiquititos, los veteranos ya controlan
la situación.
Una vez en la mesa cada uno se
sirve. La consigna es: Hay que comerse todo lo que te pones en el plato.
Así que ellos solos van poco a
poco controlando y saben que es mejor servirse una cantidad adecuada y después
si hay más hambre, repetir. Además hace falta mucha maña. Coger con una cuchara
la comida y llevarla a un plato requiere mucha concentración y coordinación de
movimientos. No es tarea sencilla para manos tan pequeñitas.
Al terminar de comer, cada uno
recoge su plato, vacía los restos en el cuenco que al día siguiente llevarán a
las gallinas, y ponen el plato en el fregadero.
Ver a esos pequeños en acción es emocionante.
Hay miles de detalles
maravillosos en Can Rareta. Podría seguir y seguir contando, pero creo que lo
más importante de todo es la seguridad y
la confianza que Sandra transmite a
esos niños. Les hace sentirse bien con
ellos mismos. Sentirse capaces y por tanto ir a por el siguiente logro con
naturalidad y ganas. Ponerse los zapatos, cambiarse la camiseta, subir un
escalón, acabar un puzle, empezar a hablar, hacer pis en el orinal, servirse
agua en un vaso… Cada día es un reto para ellos y cada día se van de Can Rareta
sintiéndose muy orgullosos de sí mismos porque seguro que han logrado hacer algo
nuevo.
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Foto hecha por Susana en 2010 |
Dicen que en los primeros tres
años de vida se forma nuestra base, nuestro auténtico yo. Esa base de pizza que,
con los años, iremos aderezando con diferentes ingredientes.
Si eso es así, Sandra es, con
diferencia, la mejor “maestra pizzera”. Y esto no lo pienso sólo yo.
Felicidades Can Rareta!!!! Felicidades por esos cinco años y Felicidades,
sobre todo, por ese día a día tan sumamente bien hecho.
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Susana con dos de los peques |
Susana Prósper
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